Última semana ya de ruta por el techo del mundo y ya se recoplian, como experiencias únicas, todo lo vivido en quince días apasionantes. Las estampas que brindan el Everest y sus alrededores son apreciadas como se merecen en el grupo. Parajes irrepetibles que quedarán para siempre.
Aunque el invierno aceche, las últimas nieves caídas en la cordillera nepalí han teñido sus montes al margen de las grandes montañas. El Himalaya ya no pinta solo en blanco y negro. El grupo Ralons Gran Canaria al completo volvió ayer a dormir en Namche Bazar a 3.800 metros.
Tras convivir una semana a más de cinco mil metros, después de conseguir coronar el Kala Patthar (5.500 metros) o visitar el campo base del Everest (5.364 metros) la expedición grancanaria comenzó el sábado a abandonar la alta montaña en la cordillera nepalí de regreso a Katmandú. En dos jornadas de travesía ya ha conseguido descender más de mil metros de altitud en un sendero que de nuevo les ha llevado a Namche Bazar, la pequeña urbe a casi 4.000 metros. El mal de altura, tras casi una semana de aclimatación, ya no causa estragos en el grupo de 13 montañeros.
Javier, Alfredo, Ángel, José Carlos, Elena, Noelia, Gregorio, Aitor, David, Marta, Alberto, con Lucía y Alexandra ya en el poblado, de una forma u otra, se han visto afectados a la exposición durante días a los condicionantes de la alta montaña y a las bajas temperaturas de los últimos días. Sin embargo en el descenso, como ocurrió en gran parte de la ascensión a la cordillera más alta del mundo, el tiempo está dando una tregua a los isleños. Y es que, precisamente, la meteorología no permitió coronar el Island Peak, el tercero de los retos en el itinerario marcado debido a la abundancia de nieve en la cumbre. A pesar de ello, la satisfacción es generalizada en un grupo que apenas contaba con excesiva experiencia en las grandes cumbres del mundo.
Después de dejar Pangboche (3.930 metros) el paisaje comienza a mutar. La nieve va perdiendo terreno en favor del barro, y la arboleda retoma frondosidad en las fotografías. Las pesadas botas de alta montaña pierden su utilidad al tiempo que el solo acto de respirar vuelve a ser un acto imperceptible, rutinario. Los días a más de cinco mil metros sirven para recuperar las fuerzas perdidas, aclimatar mejor y así deshacer el camino con más firmeza. Y es que quedan más de siete horas de trekking hasta el siguiente destino.
Fuente: Alberto Artiles(Canarias7) Foto: Ángel Zurdo
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