La liturgia exige pasar dejando a la derecha a las stupas, que se cuide como tesoro incorrupto los monolitos con mantras grabados hace siglos, que se honre los memoriales o no se desaire a los chorten, estructuras de oración. El camino trazado por la expedición Ralons GranCanaria sigue las consignas de la deidad budista.
El sendero hasta el Everest, la montaña más alta del mundo, se guía por la leyenda de Buda. Durante las tres semanas que permanecen en Nepal, los expedicionarios grancanarios deben que seguir, por respeto a los lugañeros, una serie de indicaciones marcadas a fuego por la religión que se impone en el Himalaya. En un país en el que conviven el hinduismo y el budismo sin conflictos, es el segundo pensamiento el que destaca por su simbolismo hasta la cumbre.
El mantra exige dejar al lado derecho las stupas, estructuras circulares con los ojos del líder dibujados en su cúspide piramidal.
El camino, siempre en connivencia con las corrientes de aire, está teñido con banderas de oración con los colores que simbolizan los elementos o rocas con milenarias oraciones talladas que repiten constantemente como un bucle infinito.
Además los chorten, parecidos a las stupas en forma, suponen una ofrenda de piedra por los caminos, trufados también por memoriales o sitios de culto y respeto a los desaparecidos en la alta montaña.
Lugares ceremoniales como el que está de camino a Lobuche. Allí, siempre con la eterna presencia de Buda, se rinde un tributo a los sherpas, etnia especialista en las cimas más alta del planeta, como Babu Chiri, único que subió diez veces e incluso durmió sin oxígeno artificial en lo más alto del ochomil Everest.
Salpicado también por centenarios monasterios con reliquias del líder espiritual, la empinada rampa hasta la cumbre nepalí, guarda aún la tradición ancestral que aconseja a la expedición grancanaria el respeto por el entorno y sus semejantes, entregados a la idea de la reencarnación de y en cualquier ser vivo.
Lugares ceremoniales como el que está de camino a Lobuche. Allí, siempre con la eterna presencia de Buda, se rinde un tributo a los sherpas, etnia especialista en las cimas más alta del planeta, como Babu Chiri, único que subió diez veces e incluso durmió sin oxígeno artificial en lo más alto del ochomil Everest.
Salpicado también por centenarios monasterios con reliquias del líder espiritual, la empinada rampa hasta la cumbre nepalí, guarda aún la tradición ancestral que aconseja a la expedición grancanaria el respeto por el entorno y sus semejantes, entregados a la idea de la reencarnación de y en cualquier ser vivo.
Tras visitar el templo de Tengboche (3.800 metros), el más importante y uno de los más antiguos de la región del Khumbu, ayer el grupo isleño contempló la stupa de Boudhanath en Katmandú. Lo hizo después de tomar un vuelo a primera hora en Luckla (2.840 metros) hasta la capital de Nepal.
Allí, a unos 6 kilómetros del noroeste de la caótica metrópoli, se encuentra esta gigantesca estructura, reconocida por la UNESCO como patrimonio de la humanidad. Sobre un asentamiento tibetano de refugiados represaliados por China, se levanta uno de los destinos de peregrinaje budista más importantes de Nepal y del mundo. Con esta visita, tras casi tres semanas en la alta cumbre himalaya, se cierra la expedición Ralons Gran Canaria por una abrupta orografía cargada de espiritualidad.
Salvo el mal de altura, habitual en estas actividades, sufrida con más o menos incidencia por todos los componentes del grupo , los 13, protegidos o no por Buda, consiguen finalizar con satisfacción, el reto deportivo marcado por Calima Trek y la coordinación del experto alpinista Javier Cruz.
Fuente y Foto: Alberto Artiles (Canarias7)
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